19 de agosto de 2011

A ver si los ecologistas acuden a limpiarla

Como era de esperarse, luego de ser objeto de un agrio debate y provocar un año de retraso y millonarios costos extra a la obra del nuevo muelle de ferrys, el cuerpo de agua que los ecologistas locales defendían a muerte hace unos meses, ahora no es más que una poza maloliente llena de basura que ya no le importa a nadie y de cuyo “rescate” los beneficiados han sido diversas especies de mosquitos.

En febrero del 2010, la maquinaria que emparejaba el terreno para crear la hoy avenida Miguel Alemán, que conecta al nuevo muelle de ferrys con su terminal remota y con el resto de la ciudad, encontró un cuerpo de agua ya en el último tramo que faltaba para terminar, a unos 200 metros del muelle.

De inmediato, utilizando todo el prestigio que con los años le ha dado su lucha por el medio ambiente, el grupo ecologista Citymar, que preside la cozumeleña Guadalupe Álvarez, salió en defensa del lugar. Según los ecologistas, en esa zona habían existido varios ojos de agua y había hasta presencia de cocodrilos y garzas, además de abundante generación.

Esto claro, hace décadas, pues hoy en día toda esa área es parte del fundo legal de la ciudad y en todos los planes de desarrollo urbano y ordenamiento ecológico se le considera un área de alta densidad de construcción y plenamente insertada en un contexto urbano.

Con todo y eso, los ecologistas utilizaron todos sus recursos e influencia en detener lo que a diferencia de otras obras que han cuestionado, no era una inversión privada depredadora del medio ambiente de un lugar prístino, sino una obra pública de beneficio general sobre un terreno más que impactado en el que ecológicamente hablando, quedaba poco para defender.

El resultado fue un estancamiento burocrático que duró un año y que en su momento le sirvió al gobierno federal para apretar al de Quintana Roo por medio de la Secretaría del Medio Ambiente (Semarnat), que finalmente liberó el permiso para terminar la avenida pero a condición de que se construyera un puente que no tuviera un solo pilote de sustentación que tocase el agua del supuesto “cenote”, y además dejase pasar la luz del sol, según para no interferir en la vida de “las especies” ahí presentes. El costo de todo esto fue un año de retraso en la obra y 18 millones de pesos para construir el puente.

Hoy, cuando hace apenas unos cuatro meses que terminó la obra y apenas dos que se usa el muelle, a nadie parece importarle la suerte de aquel “cenote de la discordia”, que supuestamente era parte tan vital del sistema hídrico de la isla, cuya contaminación o relleno redundarían en escasez de agua y un mini apocalipsis.
A la fecha el lugar se encuentra lleno de basura, sus bordes pelones, desprovistos de vegetación alguna sirven de marco para unas aguas verdes y apestosas en las que lo único vivo a simple vista son numerosas larvas de mosquito y los renacuajos que se las comen.

En la superficie flotan colonias de algas de las que la gente llama verdín o lama, las cuales son indicadoras de la presencia de nutrientes y fosfatos generalmente asociados con la contaminación de aguas sanitarias.

En las orillas de lo que tanto valía la pena conservar, se juntan las botellas de plástico, sandalias viejas y basura de todo tipo que la gente arroja al cuerpo de agua, que en su momento fue defendido como un vital “cenote” del que según esto dependía el abasto de agua a toda la población.

Fuente: Por Esto!

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